Es necesario
que dentro de las aulas de clases se incorpore un plan de estudios con
contenidos que fomenten la igualdad, el respeto y la equidad entre hombres y
mujeres desde las primeras fases del progreso educativo. Estos programas deben
tratar los estereotipos de género, instruir acerca de vínculos saludables y
aceptados, y promover la autoestima y el empoderamiento en ambos sexos. La
educación precoz es fundamental para desmantelar patrones culturales que
fomentan la violencia y para edificar generaciones venideras más conscientes,
empáticas y justas.
Por lo general,
es fundamental que todos los trabajadores del sistema judicial, policial y de
salud se capaciten de manera constante y especializada en violencia de género y
derechos humanos. Esta formación no solo debe centrarse en el reconocimiento y
cuidado apropiado de los casos, sino también en erradicar actitudes
revictimizantes que mantienen la impunidad. Un sistema institucional compasivo,
formado y concienciado es esencial para la efectiva salvaguarda de las
víctimas.

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