El abuso
siempre se presenta de la misma forma y provoca efectos similares en las
mujeres. Es posible que, en cualquier estrato social, una mujer sea objeto de
abuso por su pareja. Sin embargo, no hay una única imagen de la mujer
agraviada, hay una serie de rasgos comunes en todas las víctimas: el ataque
comienza entre los 17 y 28 años; en la mitad de los casos se presentan
historiales de episodios de depresión previos al maltrato, y la dependencia o
propensión a formar relaciones desiguales con el otro sexo, aceptando normas de
edad avanzada en la relación.
La mujer
abusada generalmente muestra una serie de características psicológicas y
emocionales profundamente impactadas por la violencia que ha experimentado,
entre las que se incluyen la creencia en los mitos acerca de la violencia en el
hogar, una baja autoestima y un sentimiento de culpa por haber sido agredida,
lo que la conduce a ser vista como culpable del maltrato. Tiene frustración en
sus roles de mujer, esposa y madre, además de sentir constantes miedos y
pánico.
La habilidad de la mujer para gestionar su vida se ve mermada y experimenta emociones contradictorias, como la opresión de ser agredida, pero al mismo tiempo la convicción de que merecía el abuso. Sintiéndose incapacitada para solucionar su situación, piensa que nadie puede asistirla y se siente afectada por el comportamiento del agresor. Este escenario la lleva al aislamiento social, al peligro de incurrir en adicciones, a asumir la tradición de la supremacía masculina y a temer al divorcio como una alternativa de escape.

Considero que el perfil de la mujer maltratada muestra cómo la violencia afecta profundamente su autoestima, emociones y relaciones y muchas veces la misma se siente culpable, atrapada y sin apoyo, lo que la lleva al aislamiento y a normalizar el abuso, por lo que considero que es importante reconocer estas señales para que pueda ser ayudada adecuadamente.
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ResponderEliminarNo existe la información pertinente para tener un mejor y mayor acercamiento a la realidad que viven las mujeres, en especial aquellas que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. Los sistemas nacionales de registro de datos no tienen información desagregada por sexo, edad, condición socioeconómica, entre otras categorías, para un mejor entendimiento de la situación de violencia que viven niñas, adolescentes y mujeres; menos aún si estas son indígenas, de la diversidad sexual o se encuentran en situación de movilidad. Se deben de tener diagnósticos certeros, información asequible y completa a nivel nacional y también en las provincias por las distintas autoridades e instituciones que trabajan por el bienestar de las mujeres.
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